Cuando nació mi sobrinito Sebastián como al año más o menos mi mamá y yo notamos que le pasaba lo mismo. En el atardecer de pronto lloraba con mucha tristeza.
Asi que cada vez que podía estar cerca de él a esa hora lo abrazaba y lo besaba mucho, para consolarlo,
Ahora mi hijito Nicolás, ya tiene tres añitos y desde que nació fue asi, lo notaba en sus ojitos, en el atardecer, se ponían muy muy tristes y luego empezaba a llorar y me costaba mucho calmarlo, lo abrazaba mucho, lo besaba le decía que todo estaba bien, le cantaba... lo mecía, después al año y dos años le pasaba sólo cuando no estábamos en casa, a esa hora se ponía triste y quería que volvamos a casa, entonces lo consolaba igual le cantaba una canción que le gusta mucho se tranquilizaba y poco a poco volvía ser el niño feliz que es.
Ahora cada vez es menos, es muy raro, pero cuando le pasa viene a mis brazos y se acurruca en ellos y me pide que le cante una canción....
te ha pasado alguna vez?
bueno hace unos meses supe de un libro hermoso, y lo leí, de una.
Se llama Vengo del Sol, tal vez has escuchado hablar de él o lo leíste si no aquí te explico, es una recopilación de notas que hicieron unos padres sobre lo que les decía su hijito desde los 3 años a los 10. El niño se llama Flavio Cabobianco.
Un niño, con conciencia despierta, que se acordaba, de su vida antes de venir a este mundo y más.
aquí les dejo un extracto del maravilloso y entrañable libro:
Solo de Dios
Notas de papá
Verano, 1987
Praia dos Ingleses,
Florianópolis.
Al atardecer paseo con Flavio junto
al mar.
Papá — ¿Qué te pasa Flavio, que te veo triste?
Flavio — Me siento solo.
Papá — No estás solo; estás conmigo, estás con mamá, con tu
hermano, y todos te queremos mucho.
¿Extrañás la casa de Buenos Aires?
Flavio se detiene, me mira con los
ojos llenos de lágrimas, y dice entre sollozos:
— No entendés. Nadie entiende. No me siento solo
de humanos; me siento solo de Dios; no se puede
comparar.
A esta hora, cuando el Sol se va y todavía no se ven las estrellas ni la Luna, extraño
a Dios.
Flavio parece más pequeñito aún
frente a la inmensidad del mar, en la playa desierta. Trato de consolarlo
abrazándolo, pero siento que sólo su cuerpo está ahí. Se abandona a mis brazos pero está muy lejos. Hasta que con un
profundo suspiro, se seca las lágrimas y regresa. Me dice: — Papá, volvamos a casa
Este es Flavio Cabobianco, creo que aqui tenía 10 años.
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